Seguramente que al caminar por las calles de La Antigua Guatemala, tu
curiosidad e imaginación habrán volado y te habrás preguntado qué cosas han
pasado en este lugar, cuáles historias han sido escritas en cada uno de esos
edificios que aun se encuentran en pie, qué quejidos se esconden susurrando
entre las ruinas, y qué clase de pasos han marcado con su ritmo cada una de las
piedras que componen estas calles.
Esta es una de esas historias que todavía resuenan en las noches
silenciosas y de luna llena, así que si un día deambulando llegas hasta el
mercado y te dejas arrastrar hasta el barrio de la Recolección, no te asustes;
simplemente déjate llevar y permítete experimentar y sentir un poco de la
historia y la magia que hacen de este lugar lo que es.
Cuentan por ahí, que hay un personaje que sale a pasear a la hora del
crepúsculo. ¿Es este un hombre? ¿Es un duende? ¿Es un demonio? Nadie lo sabe,
pero entre los que lo han visto y escuchado – y también entre los que no –
todos concuerdan que se trata de alguien muy pequeño, vestido de negro con un
cinturón grueso y brillante. Sobre la cabeza lleva un sombrero negro muy grande
que esconde su mirada y sus intenciones; en sus pies, un par de botas que al
caminar retumban en las paredes por el gran ruido que hacen; y al hombro, una
guitarra de plata.
ILUSTRACIONES POR: JUAN PABLO CANALE BANUS
Dicen que El Sombrerón (también conocido como Tzizimite, que significa
“duende”) suele recorrer los barrios y la ciudad con cuatro mulas, haciendo sus
travesuras. A veces le gusta subirse a los caballos, a los que hace correr
durante toda la noche hasta cansarlos y a veces les hace trenzas en la cola y
en las crines. Pero también le gusta enamorar a jovencitas, especialmente
aquellas que tienen ojos grandes y cabellos largos, a las cuales atrae con su
dulce voz y los acordes más finos de su guitarra. Cuando éstas salen a la
ventana a mirar, quedan embrujadas por él. Les persigue; les trenza el pelo; no
las deja comer ni dormir. Han caído bajo su hechizo el cual perpetua amarrando
sus mulas al poste de la casa, mientras él canta y baila para su enamorada.
Así que si un día tú o una amiga se siente atraída por la voz que endulza
los oídos a través de la ventana y siente recorrer por las venas el influjo de
la luna llena, recuerda las palabras anteriores, ya que hay muchos sombrerones
y sombreronas listos para cometer sus travesuras.